¿Qué tienen en común los baños, las excursiones, las actividades acuáticas, los períodos de transición y el tiempo libre? Todos ellos constituyen actividades de alto riesgo de abuso sexual.
Si bien el riesgo en algunos lugares y actividades no se puede evitar, sí se puede manejar y controlar. Para eso es clave que el personal a cargo sepa cómo monitorear y supervisar estas situaciones, para que sean lo más seguros posibles para los niños, niñas y adolescentes.
El primer paso para prevenir el abuso en estos contextos es reconocer y detectar los lugares y actividades de alto riesgo en los que participan los menores de edad en su organización.
Ejemplos:
Ubicaciones de alto riesgo: habitaciones aisladas y/o sin llave, baños compartidos, escaleras, bodegas, vehículos, áreas apartadas, duchas.
Actividades de alto riesgo: pernoctaciones, desvestirse, transporte, excursiones, descansos para ir al baño, grupos de edades mixtas. También lo son las actividades masivas, como por ejemplo festivales, grandes fiestas, kermesses y salidas fuera del establecimiento.
Después de identificar las ubicaciones y actividades de alto riesgo dentro de su organización, es necesario crear procedimientos y pautas para mantener un entorno seguro.
Estas son algunos ejemplos que pueden ayudar a prevenir el abuso a los niños, niñas y adolescentes a su cargo:
- Estructurar las actividades en todo momento: Ciertas situaciones como las transiciones entre actividades o los períodos libres pueden crear una mayor probabilidad de que los menores de edad sufran abusos. Es necesario que se asigne personal para monitorearlos en todo momento; un niño, niña o adolescente jamás debe estar sin supervisión, aun cuando se estén realizando otras actividades que distraigan al personal.
- Mantener un número apropiado de supervisores: Asegúrese de que todas las actividades o programas tengan proporciones específicas de personal por menor de edad, incluso si entidades externas no lo exijan. Las proporciones deben ser bien comunicadas al personal y mantenidas consistentemente.
- Crear procedimientos de baños/vestuarios para todas las actividades: La privacidad a la que se accede en los vestuarios y baños ofrece a los abusadores la oportunidad de agredir. Para esto se debe establecer previamente un protocolo, el que debe ser conocido y aplicado por quienes están a cargo.
- Definir grupos de edad separados: Mantener a los jóvenes en grupos de edades similares ayuda a cuidar su seguridad y facilita la planificación de actividades que todos disfrutarán. Si no es posible separar los grupos por rango etario, asegúrese de aumentar la supervisión cuando interactúen.
- Mantener una política de «tolerancia cero»: Tener políticas escritas que prohíban el abuso deja en claro que su organización está comprometida con la protección de los jóvenes y establece pautas claras que debe seguir el personal.
Transmita estas pautas a los miembros de su organización para establecer expectativas claras de que el objetivo es mantener a los usuarios seguros. Con el paso del tiempo, los trabajadores/as pueden olvidar algunas de las reglas y la forma en que se aplican, produciendo una falsa sensación de seguridad, por lo que es necesario recordarlas constantemente, ya sea en capacitaciones formales o encuentros cotidianos o informales. Una forma de garantizar que el personal siga las pautas es crear un plan de monitoreo que requiera que estos se registren en su área asignada y documenten las actividades mientras están de servicio.