Es importante partir distinguiendo la diferencia entre pederasta y pedófilo: un pederasta tiene una preferencia íntima por niños, niñas o adolescentes, pero no realiza acciones respecto a esta preferencia; un pedófilo en cambio, es un pederasta que busca el contacto personal con niños, niñas o adolescentes sin considerar el daño que produce en estos.
Dado que cada abusador es diferente, se hace difícil describirlos como grupo, sin embargo, es posible reconocer algunos de sus rasgos en común, que constituyen señales de alerta en adultos.
Entre los diversas tipos de personas que abusan sexualmente de niños, niñas, adolescentes y adultos vulnerables, se pueden distinguir tres distintos tipos de perfiles:
- Abusadores Preferenciales: este tipo de persona prefiere tener a un niño como compañero social, romántico y sexual. Este tipo de persona va a tratar de encontrar trabajo, ofrecerse de voluntario, y tener otras actividades en lugares en que tenga muchas oportunidades de tener acceso al tipo de niño que prefiere (según el sexo, la edad, o las características físicas). Prefieren el contacto sexual con los niños más que con los adultos. Normalmente dedican una gran cantidad de tiempo a conocer y “preparar”a sus víctimas antes de iniciar el abuso.
- Abusadores Situacionales u Oportunistas: este tipo de persona no prefiere niños necesariamente, pero dadas ciertas circunstancias podría abusar de ellos. Entre estas situaciones se encuentran el estar atravesando por períodos difíciles en su vida, cuando esté bajo los efectos del alcohol o drogas o esté seriamente deprimido o ansioso.
- Abusadores Indiscriminados o Sádicos: Este tipo de individuo se limita a aprovecharse de cualquier persona vulnerable que esté disponible, ya sea un niño, niña o adolescente, un adulto con retraso mental, un adolescente hospitalizado, o un adulto o adulta mayor. Su patrón de excitación sexual está unido más al dolor y a la angustia de la víctima que a las características físicas de la misma. Pueden tener una idea distorsionada del bien y del mal y no les importa el daño que puedan causar a sus víctimas.
Los pederastas cuidan mucho de su imagen ante la comunidad. Dicha imagen comunitaria positiva les permite facilitar al abusar de los niños. No quieren que nadie sospeche, por lo que tratan de mostrarse especialmente amables, agradables y cooperadores: siempre están dispuestos a ayudar, sin pedir nada a cambio. Por lo general, nadie sospechará lo que pueda estar pasando. Cuando un niño ve hasta qué punto los adultos confían y le creen al abusador, por una parte se cuestiona cómo es posible que lo que le hace este individuo sea algo malo y por otra, se dan cuenta de la baja probabilidad de que otros crean si como víctima, deciden denunciarlo.
El abuso es un acto que sucede en privado, por lo que difícilmente existen testigos de un individuo abusando de un niño, niña, adolescente. Sin embargo, existen señales que pueden entregar pautas que, en conjunto, pueden constituir comportamientos peligrosos.
Por ejemplo quienes, aun cuando saben los límites físicos, emocionales o conductuales de las personas vulnerables, frecuentemente los traspasan, o que buscan frecuentemente quedarse a solas con un niño, niña, adolescente, a pesar de estar prohibido por las políticas de la organización o quienes prefieren la compañía de los estudiantes que de sus colegas adultos, etc. Es importante mencionar que el demostrar solo un comportamiento como alguno de estos, por sola una vez, no es una prueba de que esa persona es un abusador, pero todos los miembros de la comunidad deben afinar la mirada.