Generalmente después de alguna mala experiencia se escucha la expresión: «Solo había que aplicar sentido común». El comentario se hace como si el sentido común simplemente fuera un conocimiento «común», como si todos estuviéramos igualmente preparados para enfrentar los distintos eventos de la vida de la misma manera. Pero, pensemos por un momento, ¿qué es exactamente el «sentido común»? ¿De dónde viene?

En realidad, no existe “un” solo sentido común. Tampoco todos tenemos ese «sentido común» en la misma cantidad, con respecto a los mismos asuntos ni con las mismas respuestas. No es una “conciencia universal” que permite que todas las personas tengan la misma reacción frente a las situaciones que enfrentamos en la vida: “Mi” sentido común nunca será igual al sentido común de otro, ¿por qué?

Porque la reacción y respuesta de cada individuo a una circunstancia particular se basa en dos conjuntos distintos de formación:

  1. Conocimiento en una materia específica.
  2. Capacitación y experiencias previas, personales o compartidas, relacionadas a circunstancias similares.

Asimismo, también es transmitido de generación en generación en forma de principios y valores, tradiciones y creencias, dichos y refranes. Esto incluye, por ejemplo, las advertencias de los padres tales como: «Te vas a sacar un ojo«, “no te subas ahí”, “abrígate porque hace frío”, etc.

Cuando los jóvenes universitarios tienen que hacer su práctica profesional, frecuentemente enfrentan situaciones que grafican nivel de conocimiento con capacitación. Recuerdo como un amigo contaba su experiencia de joven ingeniero, trabajando como ayudante de los encargados de mantenimiento de líneas eléctricas; los trabajadores experimentados, al verlo manipular cables, criticaron de inmediato su desempeño: «Si eso es lo que estás aprendiendo en la universidad, mejor no toques nada«. El problema era que, a pesar de su buena formación universitaria, ese joven no tenía la capacitación adecuada para la situación. Su débil experiencia previa había sido insuficiente. En resumen, para esos trabajadores, ese joven no tenía «sentido común«.

Es demasiado frecuente que el tema del sentido común o la falta de este, se aplique a la prevención del abuso sexual. Cualquiera que sea nuestra experiencia previa como padres o profesionales, sin una formación específica en esta materia, nunca tendremos suficiente sentido común para abordarla. Las maneras de actuar de los depredadores sexuales desafían nuestras suposiciones sobre el comportamiento, asumimos conductas aceptables basados en nuestra cultura y nos cuesta pensar “fuera de la caja” respecto de estos delitos. Confundimos las definiciones de conducta inapropiada con conducta ilegal y no sabemos cuál es la respuesta adecuada a cada una.

En un tema tan doloroso como puede ser un abuso sexual, es necesario dejar de depender de la simple experiencia previa y capacitarnos de manera específica para poder prevenir y proteger a nuestros niños y niñas de estas agresiones.

En Praesidium, sabemos cuál es la capacitación adecuada para prevenir el abuso sexual, y disponemos de recursos imprescindibles que ayudarán al desarrollo del “sentido común dentro de su organización”. Para obtener más información acerca de cómo podemos ayudar a su organización a prevenir el abuso sexual, comuníquese con infochile@PraesidiumInc.com.